Nota: Tomado de Villada. (2022). Instagram Alejandro Villada. 

Alejandro Villada carga a su madre

Chequeos que salvan Vidas

     En mi familia, la palabra “prevención” dejó de ser un consejo médico para convertirse en una costumbre tan necesaria como respirar. Todo comenzó con la partida de mi abuela, tras siete años de luchar contra un cáncer que, aunque no le ganó el espíritu, sí le arrebató la vida. Desde entonces, mi mamá, Yully Isned Villada, de 50 años, decidió no dejarle nada al azar. Los chequeo se empezaron a hacer más constantes, cada análisis, cada visita médica forma parte de una disciplina que aprendió con dolor.


   Hace un año, un pequeño lunar apareció en su frente. Al principio, los médicos lo atribuyeron a la edad, pero mi madre, fiel a su instinto, no se conformó. Insistió una y otra vez hasta que, el 17 de julio, le tomaron una muestra para una biopsia. El 29 llegaron los resultados: carcinoma sin extensión. No era grave, pero esa palabra innombrable tiene un peso que no se puede explicar. Los médicos decidieron raspar a fondo, eliminar por completo el lunar y analizar los tejidos. Hoy, 14 de agosto de 2025, ocho días después de su cirugía, le retiraron los puntos. Ella lo ha enfrentado con su positivismo habitual y una fe profunda en Dios. Mi madre siempre ha sido pasional, alegre y optimista; quizá esa sea la mejor medicina.

Tomado de Villada. (2025). Facebook. Darledy Villada

Darledy y Yuyi Villada, de abrazan y posan para la foto 

    Pero su historia no es la única. Está también María Judith Villada,(a la derecha de la imagen superior), a quien todos llamamos Yuyi, prima hermana de mi mamá. Su madre quiso llamarla Yudian, y yo todavía lo hago. Fumó durante muchos años, hasta que una tusa amorosa la dejó tan rota que decidió dejar el cigarrillo para siempre, hace ya una década. Dos años atrás le detectaron cáncer de tiroides. La preocupación se multiplicó porque su hermana y su madre habían pasado por episodios similares. Optó por la extirpación total de la tiroides. No tuvo que someterse a quimioterapia, pero sí a un aislamiento estricto por Yodoterapia. Se recuperó, aunque la enfermedad le costó el trabajo que tenía desde hacía veinte años. Por fortuna, nuestro círculo social la ayudó a encontrar una nueva “oficina”, como llama con sarcasmo a las labores de limpieza.

     Su hermana, Darledy Villada, también conoce el sabor de las batallas médicas. Hace diez años tuvo un cáncer en la ceja que dejó una cicatriz que siempre me pide cubrir con maquillaje. Luego le extirparon el bazo en una cirugía compleja y riesgosa. Hace menos de tres meses, un control reveló que una supuesta verruga en la nariz era, en realidad, cáncer. La operación fue inevitable. Hoy su rostro lleva la huella de la lucha, una marca que habla de su valentía.

Tomado de Naranjo. (2022). Facebook Patricia Naranjo

Patricia posa en una silla en la boda de una amiga 

Y cuando parecía que ya habíamos visto suficiente, llegó la noticia de mi tía Patricia Naranjo, hermana de crianza de mi mamá. Lo que comenzó como un viaje tranquilo a Colombia terminó con el hallazgo de una bacteria en el estómago. Salió victoriosa de eso, pero más estudios revelaron tumores múltiples, uno de ellos con quince años de silenciosa presencia. También descubrimos que la anemia que la acompañó por dos décadas no era otra cosa que consecuencia de ese tumor. Paty, mi mona, es luz y amor en estado puro. En España ha sido mi apoyo, mi calma, mi familia. Hoy su salud pende de un hilo, con un diagnóstico que desafía la medicina, pero con una fe que desafía lo imposible.

Tomado de Villada. (2021). Imágenes de archivo

De izquierda a Derecha: Yuyi, Yully, Darledy y Paty